FeriadeLibros-Pueblo... (Había una vez...)






(Aquellas malas palabras)

"Nada tienes que temer, al mal tiempo buena cara,
la Constitución te ampara, la Justicia te defiende,
y los pajaritos cantan"
Joan Manuel Serrat


  La FeriadeLibros-Pueblo fue una acción simple de conceptualización compleja. Ocurrió en Argentina, un país embrutecido, donde los degradados, halagados por escrituras que les atienden en masa y los tipifican, se sienten especiales (como el jorobadito de Arlt, porfiamos que el mundo nos debe un beso -yo también, claro-).
 Pensar que sin la anuencia de la República de las Letras, a fines del siglo xx, librejos artesanales, promovidos por el propio vulgo que los producía, se mantuvieron en tránsito por más de una década (1987-2000), provocando en la geografía visitada heridas narcisistas a los literatos de salón y generando fugaces territorios de libertad de expresión para los irregulares, es de una imaginación que hoy parece de leyenda (tanto más cuando actualmente, respaldados por estructuras partidarias, manadas de supuestos escritores independientes -autoproclamados "transgresores", y hasta "revolucionarios"- pretenden emularla, sin poder extenderse más allá de los corrales de contención que les aseguran sus patrones ideológicos).
 Estudiar aquella experiencia indócil a las "orgas cívicas" (y el contexto distendido y "festivo" en que se produjo), desde sus inicios hasta su extenuación, episodios de la gesta y destino de sus componentes, es asignatura pendiente y referente libertario (polisemia conflictiva) para una nueva generación, ya que la vetusta "juventud maravillosa" seguirá regida por el colaboracionismo y el cambio de atuendo según la ocasión, o al menos atada a la memoria conglomerada que desaparece en tiempo presente las memorias corpusculares que no se le adscriban dóciles a su administración rentable.
 El pacto de silencio "progresista" que sepulta a la FeriadeLibros-Pueblo no puede ser comprendido sin a) una profunda indagación antropológica de las lógicas del Libro, sus instituciones reguladoras, sus dispositivos de difusión, sus gendarmerías de control, y b) sin encarar una investigación histórica implacable del proceso económico-político (anterior y consecutivo a la dictadura militar de los '70) que instaló en la Argentina un fascismo multicolor asentado en el monopolio del relato social -la disputa ocurrida entre el kirchnerismo y Clarín (en la primera década del siglo XXI) fue sólo un capítulo conventillero por dominar los canales de nuestro acallamiento, cuyo porcentaje habitualmente se negocia sotto voce tras lo que se publica...; cierto anarquista dijo alguna vez: "En democracia las ideas se discuten, se discuten en los ámbitos que las guardan, y eso parece un logro, pero guay del que pretenda practicarlas"-.
 Como réquiem de lo realizado y padecido (en lo personal, el bien público ocasionado por la FeriadeLibros-Pueblo todavía lo estoy pagando), a las fotografías de algunos de los tantos pueblos visitados se suma la transcripción del último oficio de memoria*.

* (editorial anual que se repartía con el catálogo de títulos en cada itinerario -por lo que leerán, bien podría haberse escrito ahora: no es que tuviésemos el don de la profecía, simplemente andábamos resistiendo en espacio público mientras la ciudadanía se mudaba a countries, shoppings y pantallas..., hasta que nos dejaron solos, con la realidad negada que hoy nos mata por las calles-).

* * *

"Y los hombres juzgan más por los ojos que por las manos; porque a todos les es dado ver pero a pocos sentir. Todos ven lo que tú aparentas, pero pocos sienten lo que eres. (...) En las acciones del príncipe no hay a quien reclamar, se atiende al resultado. Haga pues el príncipe todo lo posible por ganar y conservar el Estado, y los medios serán juzgados honorables y alabados por todos. (...) Además, en las épocas convenientes del año debe mantener ocupados a los pueblos con fiestas y espectáculos".
Maquiavelo - El Príncipe


Oficio de Memoria:
Los modos de la Bastilla
(La Plata -ciudad tomada-, criadero de perplejos)


  "Un puente no es un puente, es un hombre cruzando un puente" ; Cortázar, quizás ("tal vez no importa", Borges, seguro).
  Un puente, y lo que se diga de ese puente, pueden imponerse hasta la universalidad como patrimonios arquitectónicos y literarios; los poderes interesados en hacer de ese puente su puente = El Monumento, y de la correspondiente escritura su literatura = El Derecho, no precisan del consenso popular para instalarlos y dictarle al vulgo las condiciones del peaje.
 Luego, Derecho y Monumento, privatizan o se apropian de imaginarios y destinos propagando emblemas y corrales.
 Ahora bien, creo (tendríamos que creer) que un patrimonio cultural, o, más precisamente, un fratrimonio cultural es otra cosa, algo que requiere de un factor plural que lo promueva socialmente y lo resignifique desde el cotidiano a través de un uso público efectivo, donde cada usuario resulte a su vez un hacedor, si no del signo, al menos de las modalidades del rito que le otorgue significación.
 Pero en la capital bonaerense, donde otrora hubieron (si los hubieron) los platenses, habitan los perplejos, gentes mansas y colonizables que han sido catequizadas por la ideología de los panteones, a través de la cual un gobernante pretende hacerles la cultura y un orden imperante logra hacerles la muerte.
 Da pena observar a los candorosos perplejos amontonando egocentrismos, da pena (y un poco de asco) contemplar sus ceremonias implantadas, verlos esmerarse en adopción de amaneramientos que les asemejen a los capangas que los domestican en el resignado hábito de hacerse los interesantes mientras se arrastran entre los fragmentos de su propia conquista y sometimiento.
 Así, sumisos a la cultura concedida y la muerte sentenciada les van enajenando la historia y sus vidas; el arrasamiento de voluntades y el exterminio de los cuerpos se indexa sin aceptar cuotas fijas. La geografía urbana se ha convertido en un osario general por sobre el que se erigen las fastuosidades de las apariencias. Porque los perplejos continúan aplaudiendo: comenzaron por festejar los prometedores beneficios particulares que a cada quien le reportaría la exclusión por el miedo, y aun hoy, cuando hasta en las puertas de sus casas deben pagar el óbolo para estacionar su pensamiento de progresistas cocoliches (andá a saber cuál es el prospecto que les vendieron esta semana), siguen aplaudiendo, pero ahora por miedo a la exclusión.
 Y yo, que no soy quien para dejarme aniquilar, digo que nadie nos escribe el mundo; que los signos subyacen, y que si los pueblos no los perciben, asumen, y mancomunadamente elaboran sus proyectos de humanidad, alguien (o algo, el capitalismo, por ejemplo) se los atribuye, los desvirtúa, fragmenta e impone la superstición, auspiciando entre comunes que tenían un lenguaje en común la formación de profesionales del discurso que se encargarán de determinarlos.
 Por tal motivo el sistema premia a las inteligencias apropiadas; primero, porque ellas mismas son apropiables, y segundo, porque para un mejor control social los referentes deben ser los primeros sojuzgados. De allí que los artistas que admiramos suelan comportarse narcisistas y serviles, y los intelectuales en quienes confiamos resulten a la larga unos soberbios colaboracionistas. Sucede que intelectuales y artistas son categorías históricamente subordinadas a las instancias del príncipe que les otorga el mote de tales, en gracia de que persuadan al vulgo de que la cultura es un valor suntuario o la calcomanía de ruidos, manchas y disertaciones de los emisarios del poder.
 Adherir a esta concepción significa admitir que la cultura se reduce a una mera relación económica en la que ciertos individuos evolucionados de la especie asisten con sus sobras al resto de la manada de primates que ya no superarán el estadio recolector (en mi caso, recolector de sapos, omisiones y redundancias).
 Esta época de calamidad concreta y advenimiento virtual viene brindando material sabroso a las sensualidades que se dedican a polemizarla hasta el aburrimiento desde el repliegue vanidoso de los claustros... "Oh, no eres tú mi cantar"... 
 Diversos y ubicuos cometamos diminutas insurgencias contra la impunidad de los grandes relatos que nos disminuyen propinándonos cinismo, o tanto peor: lisonjas poéticas masivas, compensadoras de la insignificancia tipológica en la que nos adoctrinan. 
 No sólo cortarán todas la flores, también privatizarán la primavera, para vendérnoslas como si fuesen ajenas.
 Desde mi vulnerabilidad declaro que necesito de mis prójimos para seguir creyendo.-

"La noche que fusilen poetas y cantores, 
por haber traicionado, por haber corrompido, 
tal vez a mí me salven estos versos que digo" - Peteco

Esteban Tómaz
escritor carrero de la FeriadeLIBROS-PUEBLO
Ombligo del cuco: pza. San Martín de la ciudad de La Plata;
yo te avisé.
-septiembre 1999-



Porque no esperamos que el viento sople, somos el viento...

("antes de rendirnos, fuimos eternos" -Ismael Serrano- Recuerdo)


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