(complementado opcionalmente con el Teatrito Conceptual della Banda Arcana o Apuntes para una fisiología de la República Literaria, este taller pretende transmitir e imbuir al aprendiz propiedades hermenéuticas caleidoscópicas y claves de lectoescritura en lengua española, como así comprender conceptualmente supuestos y prejuicios basales profesados por los deudatarios endémicos de los pueblos del Libro)
Ambigüedad polisémica y multidimensional de la lengua española:
El español es tal vez el idioma más ambiguo que se haya forjado, lo dice todo en tanto dice más de lo que precisa, porque lo precisado al precisarse en español se descoloca y queda fuera de lugar, casi diría que dimensiones y convenciones de la realidad son excusas para que al pretender aludirlas con sus pertrechos nuestra propia lengua nos invada y las distorsione. Nacer en nuestra lengua, ser alfabetizados en ella, nos lleva a darla por familiarizada (cuando es tan extraña como nosotros, que somos más exóticos que lo que nuestro exotismo puede llegar a reconocer), por eso no nos damos cuenta que al habitarla, al llevar puesta la lengua que masticamos y nos atraganta, somos identificados como intrusos por el resto del mundo (incluso, como en mi caso y tal vez el suyo, también resultamos intrusos para otros hablantes del español –“cada hombre un rey, cada español un idioma”–, y aunque intentemos otra lengua nuestros decires siempre ocultarán algo intraducible para el interlocutor y para nosotros mismos).
Probablemente, llegado el caso de asumir la carne bruta el español sea un amante impotente, pero en su trayecto generador del deseo es un seductor al que no se puede renunciar: aunque sepamos desde los primeros franeleos que no cumplirá sus promesas igualmente le pediremos más (por eso abundamos en poetas que nos hablan y psicólogos que nos escuchan…, o eso queremos creer, porque en realidad los que nos abundan son poetas que se hablan proferidos por poderes que nos silencian y psicólogos que mientras les paguemos nos dejarán hablar nuestros versos, anversos, reversos y conversos recurrentes).
También podríamos sospechar que existe una perversidad intrínseca en los usos del español (no, no me refiero al neopop comercial, a los mantras relajados de la internacionalizada subcultura narco del mundo latino, eso no es perversidad, eso es degradación), me refiero a la habilidad lectoescritora jerarquizada por las usinas del buen decir, me refiero al abuso intelectual de los cenáculos privatizadores de nuestra lengua, ya que la manipulación y tergiversación de significados convenientes a las élites políticas son tecnicismos discursivos avalados por complementarias áreas del Saber que suponen parámetros objetivos incuestionables para el resto de la sociedad (por ejemplo, la subjetividad arbitraria y el capricho del poder lucen soberanos en las páginas del derecho positivo que rige la “racional” democracia que alabamos, cuando las democracias occidentales son teocracias capitalista, adoradoras de ídolos y fomentadoras de fascismos en los diversos devenires de sus formas de organización social).
Tal perversión retórica, los que culturalmente la padecemos, tendemos a admitirla mediadora irrecusable en toda dimensión de nuestra práctica comunicacional, trágicamente cautiva al servicio de las instituciones de la corrupción, la justificación y la culpa… Claro que de no resultarnos confortable viajar prendidos y pedaleando sobre el tándem de la corrupción, la justificación y la culpa, bien podríamos (no se asusten, es sólo un decir) resemantizar el accionar cómplice de nuestras hablas y operarlas en planos “suntuarios” de cultura escrita, insurgiendo signos que resultasen inhábiles al sostenimiento del statu quo que degrada nuestros horizontes mentales, cuyas coordenadas son delimitadas por el pragmatismo coyuntural y la adecuación obediente de la conducta social a la segura propagación de lo políticamente correcto. ¡Sí que podríamos!, pero, al parecer, nos resulta más provechoso someternos al idioma como sujetos pasivos, acogernos a los beneficios de la perversión retórica que nos acoge bien acogidos. El español se nos ofrece como un idioma erótico, nosotros lo condenamos a constituirse en lenguaje pornográfico.
Eso que llamamos “poesía” (porque así nos la han instruido los mecanismos de inscripción social que nos adoctrinan) es un buen ejemplo de inutilidad combativa, ya que (como lo explico en “Autos de Fe”), la poesía, como soporte y transporte de consignas espirituales (sin por ello imputarle consciente complicidad a todo poeta promovido por nuestros modo de producción discursiva), suele ser una forma del Derecho disimulado y travestido por canales y misas concurrentes que a las chusmas (ilustradas o indignas) regulará a sus preceptos y encajará sus emociones en sarcófagos de ánimas éticas, materializando sentimientos consecuentes a los idilios con que les hipnotizan los idiotizadores (idilios que van desde la compensación abstracta y evasiva de sus miserias hasta las arengas que movilizan a las masas al servicio del próximo dictador). La sensualidad estética no representa necesariamente erotismo sustancial.
Así como suele admitirse que el alemán es un idioma apto para desarrollar filosofía, el español es el idioma paradigmático del conocimiento poético (que, insisto, no se reduce al amaneramiento que identificamos como “poesía”, porque tal identificación al celebrarla en su forma literaria menoscaba su validez como modo de conocimiento). El alemán es capaz de situar en una palabra conceptos que constituyen acciones complejas, el español está condenado a que el mundo explote incontrolable en la deconstrucción de inaprensibles oraciones. Aunque sus raíces no les emparentan gemelas, no encuentro antípodas entre ambas arborescencias lingüística sino reflejos recíprocos > el alemán es también una lengua poética y el español un lenguaje filosófico, y sus aparentes divergencias concurren al nexo de correspondencias operativas: la poética alemana hay que buscarla tras las líneas demarcatorias de los rasgos que vislumbra y la española debe expresarse obscena porque la filosofía que conlleva sólo se hace asequible para aquellos que comprenden los secretos de su maquillaje.
Entonces, compréndase que la poesía (dentro de su dimensión convencional) es tan sólo un recurso literario para transmitir preceptos a las mentes que se adecuen a su forma específica dentro de la idea mundo que gobierna el marco cultural en que la poesía se produce (la mentada “universalidad” de la poesía celebrada es producto fabuloso de nuestra superstición ilustrada por centros difusionistas que nos la instruyeron “universal” sin lamentar la desaparición de poéticas locales inconvenientes al canon de los patrones discursivos inoculados que nos colonizan desde lo intrínseco, porque nuestra conformación mental es la reproducción refinada, integrada, premiada, y hasta doctorada, de un esclavo consuetudinario) > Lo “específicamente” poético se atiene en su forma y percepción de contenidos a reglas hermenéuticas (intelectuales y emotivas) predispuestas a no contrariar disposiciones de autoridades exteriores a lo poético “sustancial”, porque lo poético sustancial también resulta un supuesto instalado por poderes políticos que disputan el dominio de las relaciones sociales de producción en un sistema económico de puntuales características, esto es, para exceder la dimensión convencional una poesía celebrada debe sobrevivir a épocas y sucesiones discursivas a fin de recuperar salvajismo y no constituirse tautología > Lo poético es real en tanto ligado terrenalmente a las contingencias materiales y espirituales del agente histórico comprometido en el tránsito del mensaje: una acción puede ser poética sin necesidad de acudir a las palabras, y en determinadas circunstancias las palabras pueden conformar una acción –soslayar no es poético, aunque sí resulta serlo “no terminar de callar” (tal cual lo desvela Silvio Rodríguez en “Ángel para un final”, aunque, otra vez aunque, su poética participe política y angelicalmente en el acallamiento de míseros mortales que intentan comenzar otro relato encerrados por la historia que no escriben porque les fue sellada de nacimiento): ciertos modos del silencio se articulan poéticamente, y la poética siempre es activa y persistente en lo que trasunta (aunque se la silencie)– > Lo poético no se asienta en etéreas sustancias solidificadas, preexistentes: se construye a partir de antecedentes conflictivos (de los que habitualmente no quedan más que rastros fantasmales y suposiciones difusas de lo habido), lo poético (no institucionalizado) nace
Si hay descubrimiento profético a través de la poesía, si con contorsiones arcanas va dando forma a lo adviniente, es porque lo poético, antes, supo hablar con lo sepultado y lo desaparecido. Ya lo dije en otro apunte al que le he perdido el rastro porque dicho apunte se encarga de reencontrarme cuando la situación es oportuna: la poética no es competencia de la Facultad de Filosofía y Letras (allí la aplacan, la clasifican y la encarcelan en escaparates, para adoración ideológica y respaldo de pedanterías parasitarias de la curia laica deudataria de la Revolución Francesa); la poética es un mester alquímico, que transforma las percepciones del artífice y recién luego revoluciona el objeto que trata; la poesía no es necesariamente poética, sino un frasco vacío que no siempre la contiene, la poesía, como mera forma literaria, es un remedio de farmacia, sólo cura enfermedades que afectan la normalidad estipulada saludable por quienes expiden las recetas.
Acabo de explicarles, magistralmente, lo prudente, lo sensato que resulta no concurrir a mis seminarios. Y no, esto no fue una clase abierta, gratuita: ya están pagando el precio de la cerrazón a la que regresan.-
Aburrimientos interesantes, ideas equivocadas, pensamientos ociosos y descontrol mental... 
Gabinete du Bateleur: 10 nro.1379, maldita ciudad de La Plata / gabinetedubateleur.blogspot.com
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